RESERVA ECOLOGICA 'LOS CORBALANES'-SANTIAGO DEL ESTERO

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    "Juan del Campo" refleja la vida y costumbres de los campesinos santiagueños

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    Mensajes : 953
    Fecha de inscripción : 05/04/2012

    "Juan del Campo" refleja la vida y costumbres de los campesinos santiagueños Empty "Juan del Campo" refleja la vida y costumbres de los campesinos santiagueños

    Mensaje  Admin Mar Ago 14, 2012 5:52 pm

    Se trata de una narración con tintes sociológicos, donde el autor, Luis Cesar Urtubey, se preocupó por reproducir fielmente el habla de la gente que habita en las zonas rurales de Santiago del Estero.
    Hace pocos días, en un acto realizado en el Colegio de Graduados de Ciencias Económicas de Tucumán, y que contó con una nutrida concurrencia y fue amenizado con canciones folclóricas y poemas, fue presentado el libro “Juan del Campo”, una narración escrita por Luis César Urtubey. Transcurre en un imaginario poblado santiagueño, donde el autor reproduce la vida de la gente que vive en el ambiente rural: sus costumbres, su forma de hablar y sus rituales van apareciendo en este largo cuento, del cual reproducimos un capítulo (“Carnaval”) en estas páginas.
    De larga trayectoria en el periodismo deportivo y en la dirigencia sindical, pero sobre todo en la creación poética vinculada con las raíces folclóricas, Urtubey -de 77 años- conduce actualmente el programa titulado “Entre zambas y chacareras” por Radio Prensa (FM 90.1). En diálogo con el Semanario 200, comentó algunos aspectos de su nuevo libro, que cuenta con ilustraciones del artista plástico Ricardo Heredia.
    ¿Quién es el protagonista de la historia? Juan del Campo es un personaje que aparece en un pueblo santiagueño, llamado Uturungu (“tigre” en quichua), allá por la década de 1930, y se hace amigo del almacenero, un sirio que vendía ramos generales. El caso es que este Juan del Monte era misterioso. Aparecía de pronto y después se iba. Cada vez que ocurría algo en el pueblo, él aparecía en ayuda.
    ¿Cómo se refleja aquí la cultura popular? - En el libro yo muestro el habla del santiagueño, palabras quichuas que están traducidas al pie de página. Hay palabras que se usan comunmente y que la gente no sabe que son del quichua. Por ejemplo, “cancha”, que significa espacio abierto. Nosotros la utilizamos para denominar a un estadio. En la historia que cuento, uso palabras quichuas que escuché decir a los santiagueños del campo. Y la narración va siguiendo una secuencia con fiestas patronales y cívicas, que hacen que la escuela tenga un papel central en la trama.
    ** ¿Usted vivió en el campo santiagueño?** - Hay un pueblo en Santiago que se llama Uturungo, pero yo usé ese nombre para un pueblo imaginario. Yo no he vivido en ningún pueblo pequeño de esa provincia, pero en la experiencia recogida de conversar con la gente de campo, sobre todo en la época en que fui viajante de comercio, me ha servido para hacer un libro de narraciones en el año 2000 (“Entre cuentos y chacareras”) y también para escribir letras de canciones que un amigo santiagueño, Chingolo Suárez -que es maestro rural-, le ha ido poniendo música y grabamos un CD. Además de Chingolo Suárez, participan el Mono Villafañe y Miguel “Russo” Nieto, dos cantores tucumanos de primer nivel. Grabamos 16 temas musicales y dos poemas.
    Un mensaje elaborado con sabiduría
    Josefina Racedo - Psicóloga - Directora del Centro de Rescate del Patrimonio Cultural (CERPACU)
    Luis César Urtubey aprovecha al máximo los espacios de cada palabra y logra lo que pocos: adentrarnos en lo fantástico a través de la sencillez de la vida cotidiana. Su estilo hace que en una pincelada -como la de un buen pintor- desnude lo que otros no ven. El mensaje es diverso, para nada sentencioso, pero sí elaborado con sabiduría y metáforas de profunda movilización en el alma del lector. Esta obra de Urtubey nos acerca, una vez más en su producción literaria, a ese pueblo ignorado o casi inexistente para los modelos hegemónicos que consideran sólo una cultura, la dominante. La cultura del pueblo, esa que se gesta día a día en nuestros hombres y mujeres de los más alejados poblados, cultura que requiere y exige el mismo tratamiento y valoración que aquella oficial a la que se adjudican derechos.
    Carnaval (capítulo del libro “Juan del Campo”, de Luis César Urtubey) La llegada del carnaval propició otra oportunidad para que los lugareños estuvieran pendientes de la nueva aparición de Juan del Campo y, como siempre, las jóvenes eran las más entusiastas.
    Cuando los preparativos para las fiestas carnestolendas estaban en la cúspide del entusiasmo general, llegó Juan a comprar sus vituallas habituales e inclusive a regalar a don Abraham un bombo legüero que había construido con el tronco seco de un “gallito” (nombre con que los santiagueños denominan al ceibo, planta que tiene nuestra flor nacional). En el cuerpo del instrumento estaba escrito, con muy buena letra de imprenta, Abraham, sobre un mapa de su Siria natal.
    ¡Ni qué decir de la emoción del turco!, se le nublaron los ojos por unas lágrimas que pugnaban por brotar y se le hizo un nudo en la garganta. Cuando recuperó el aliento, sólo atinó a abrazar al amigo por tan generoso regalo y agregó:
    Vea amigo, osté ha mostrado saber mucho y tener corazón generoso, quiero que seba que de ahura en más mi casa está abierta bara osté. Lo invito a quedarse bara el carnaval que haré baile los cuatro días.
    Juan, con amplia sonrisa, también reconoció la gentileza del amigo por tan generoso ofrecimiento, pero manifestó que no podía quedarse tantos días ya que lo reclamaba su trabajo, pues tenía una cosecha de maíz y, por otra parte, debía atender los animales que dejó en sus respectivos encierros.
    Don Abraham, ya con más confianza, se animó a preguntar cómo conocía el mapa de su país de origen. La respuesta fue breve y concisa:
    Soy maestro.
    Justo... viene fenómeno su llegada, dijo don Abraham, quien ante la cara de asombro de Juan, apresuró a seguir con su intervención:
    Osté dice qu 'es maistro, entonces me bodrá enseñar algo que me tiene intrigao. Hace unos días el chango de Braulio se abareció con manchas y bicaduras, lo llevaron a la curandera y doña Gertrudis le dijo que era bicaduras de quebracho. Le dio un remedio que no sé esblicar, lo hizo saludar al quebracho y el chico se sanó, ¿osté buede esplicar eso?
    Juan lanzó una sonora carcajada y dio la explicación pedida.
    En Santiago vive el doctor Orestes Di Lullo, médico estudioso de las enfermedades propias de nuestra región. Se la denomina páaj. En un libro que escribió sobre el folclore de Santiago del Estero explica todo lo concerniente a esta enfermedad propia de lugares donde hay quebracho colorado, que produce reacciones diferentes: mientras a algunos no les hace nada, a otros les produce mayores inflamaciones, con pústulas infectadas que duran más o menos dos semanas, hasta que se produce una descamación o pérdida de la piel lastimada. A otros, posiblemente tienen una pequeña reacción y al volver debajo del quebracho es como si actuara como contraveneno y rápidamente se curan. Posiblemente este es el caso de Dominguito y por eso parece cosa de brujería la creencia del saludo al señor quebracho, además de poner la tortilla de ceniza y el hilo o trapo colorado.
    No hubo más explicaciones, pidió unas latas de sardina, de picadillo y de viandada, sus habituales dos litros de tinto, puso el dinero sobre el mostrador, dejando en claro que no aceptaría que no le cobraran. Como a buen entendedor pocas palabras, el almacenero dio el vuelto. Juan, sin más preámbulos, estrechó la diestra del nuevo amigo y se retiró tranquilamente.
    El sirio no cabía en sí de regocijo. Al que llegaba a su negocio le contaba la novedad, mostrando el bombo que lucía sobre el mostrador, a la vez que indicaba que de ahora en más cada vez que se hiciera una carneada o una fiesta, él personalmente repiquetearía para que todo el mundo se enterara de lo que allí pasaría.
    Los carnavales pasaron en medio de trincheras repletas de bailarines que se enharinaban, mojaban con agua y cerveza; los changos entregaban ramitos de albahaca a la dama de sus sueños. Lo que nadie se animó a decir, pero que en el aire flotaba era que ya se extrañaba la presencia de aquel que se mostrara tan buen guitarrero y cantor.
    La Semana Santa pasó sin mayores sorpresas. El sacerdote llegó para hacer que los fieles realizaran los actos de fe y, sobre todo, para recordarles a los habitantes de Uturungo que fueran respetuosos de las leyes cristianas y tuvieran su abstinencia de carne, por lo que en las casas comieron humitas con o sin chala, huajcha amchilocro*, pasteles de verdura y empanadas de queso.
    Esta festividad religiosa, que cayó cercana a fines de marzo, fue el declinar de los largos días calientes, las tardes tuvieron su puesta de sol más temprano anunciando así la llegada del otoño y el comienzo de un nuevo periodo lectivo para los niños.
    ** Huajcha amchilocro.** Locro de maíz tostado y cocinado sin carne. Nombre compuesto de las voces huajcha (pobre, huèrfano, solo) amchi (maíz pisado o molido) y locro (plato tradicional compuesto de maíz molido, carne, poroto, ají frito) (Domingo Bravo, Diccionario Quichua-Castellano)

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